El 2020 no fue un año simple para el sector avícola, tanto para la parte que se refiere a la producción de pollos como a la de huevos. Si bien aumentó la producción y el consumo de ambas, que en el caso de la carne llegó a un histórico equiparamiento con la vacuna en 50 kilos per cápita, también se dio una marcada caída en las exportaciones y la previsión de que en 2021 ninguno de los dos sectores emprenderán un camino de crecimiento.
En lo que respecta a la producción de carne aviar, la pandemia fue un gran condicionante, que hizo que el sector no pueda concretar un plan estratégico de crecimiento a largo plazo, que conjugaba un aumento en la producción y un incremento en las exportaciones hasta 2025. El comienzo de año apuntaba a ser promisorio, pero la intromisión del Covid-19 truncó cualquier expectativa.
En diálogo con Infobae, el presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (CEPA), Roberto Domenech, definió al 2020 como “un año lleno de cambios inesperados y de mucha imprevisibilidad”. Según relató, a partir de mayo en las granjas comienzan a alojarse las gallinas reproductoras, que proveerán de pollos para el año siguiente. En ese mes de 2019, comenzó la población de gallinas en sus criaderos con la mira puesta en 2025.
“Para ese momento, teníamos el comienzo de un proyecto que era 2020-25 con un crecimiento de anual de 2,5% al 3% en materia de toneladas y destinar a la exportación un crecimiento del 10%. O sea, de las 275.000 toneladas que exportamos en 2019 pasar a 305.000 toneladas y el consumo interno mantenerlo en 47 o 48 kilos por persona”, explicó Domenech.
Pero a partir de abril, la pandemia se hizo sentir. “El comercio internacional cayó rotundamente y el mercado interno tomó un posicionamiento muy fuerte porque el consumidor pensaba que se iba a tener que encerrar en la casa por un tiempo largo, pero a mediados de abril se dio cuenta que iba a poder salir. Esto nos dio vuelta el panorama y la expectativa que teníamos de llegar a 300.000 toneladas. Tuvimos que decir que nos conformabamos con repetir lo exportado en 2019 con 270.000 toneladas. Esa proyección tiró hasta mayo, porque no solo las exportaciones cayeron, sino que los precios también”, con una fuerte devaluación de Brasil, que es un fijador de valores internacional en el sector.
La jugada brasileña “nos sacó del mercado”, sentenció el dirigente empresarial y remarcó que por estas situaciones “perdimos de crecer 35.000 toneladas (en exportaciones) que las produjimos”. A esto se suma, que se exportaron 30.000 toneladas menos que 2019, por lo que a la industria “le sobraron 75.000 toneladas que tuvimos que volcar al mercado interno y de ahí que llegamos a los 50 kilos de consumo. Y para que se sostenga este consumo tuvimos que bajar los precios a un nivel de que no tuviéramos competencia con nadie. Con lo que se gastaba para un kilo de asado, había para comprar tres kilos de pollo”.
Así, la producción de carne tendrá un cierre estimado en 2,4 millones de toneladas, un 3,4% por encima de lo registrado en 2019 y la exportación se ubicó en torno a las 240.000 toneladas, un 11,1% menos que el año anterior, con una caída del precio internacional del 12%. En ese contexto, el consumo interno se posicionó entre los 48 y 50 kilos per cápita por año, su marca más alta y equiparando al de la carne vacuna por primera vez en la historia.
Al respecto, el director de la consultora Focus Market, Damián Di Pace, explicó a Infobae que uno de los factores que determinó este “empate” en el consumo se debió, entre otros factores, a un aumento en el precios de la carne vacuna que propulsó el consumo de la de pollo, pero también indicó que “quizás el rasgo más característico de esto se dio en el comercio de cercanía. Las pollerías crecieron en el nivel de aprovisionamiento hacia el consumidor de cercanía. El teletrabajo ofició como sustituto también de la salida de la gente a comer en lugares cercanos a sus lugares de trabajo y compró para elaborar de manera doméstica. El 30% del empleo se hizo de manera remota y eso hizo al consumo de cercanía”.
“Estamos en el año de la peor caída del consumo de carne vacuna per cápita en Argentina (hoy estimada en 50 a 51 kilos por habitante por año). Eso deja un escenario que si busca un sustituto, el pollo por precio es el más buscado, pero también hay que tener en cuenta que el rendimiento es menor al de la carne vacuna, por la cantidad de hueso. Estamos en un escenario donde la caída del ingreso viene cambiando fuertemente el comportamiento de los argentinos en cuanto a la demanda. Quizás, en parte, la postergación de consumo de carne vacuna se pueda repartir entre el cerdo y el pollo, ganando más terreno el pollo”.
Problemas y expectativas
No solamente la caída en las exportaciones se constituyeron en el año como una consecuencia directa de la pandemia. También impactó en la forma de trabajar, ya que bastantes empleados, con la “expertise” necesaria para el funcionamiento de las granjas y de los frigoríficos debieron ser licenciados, sino que también confluyeron las medidas de seguridad necesarias para que no hayan infecciones masivas.
Pero también afectaron la suba del precio de los commodities agrícolas, en especial el de la soja y el maíz, cuyos precios tuvieron aumentos superiores a los USD 50 la tonelada. Sin embargo, para Domenech, uno de los sucesos que más complican, aún hoy, a la industria fue la dificultad para poder hacerse con el grano amarillo.
“Hace ya tres meses, en un país donde tuvimos una cosecha récord de maíz, que existe y está, no podemos comprarlo. Lo queremos comprar, pero no lo venden quienes lo tienen. Nuestra fórmula de alimento es 72% maíz y 28% de soja y estamos trabajando con 45% o 50% de maíz dentro de lo que se puede conseguir, porque el que lo tiene quiere quedarse en una moneda fuerte, que me parece bien, pero que tenemos que entender que la macroeconomía es una cosa y como funciona una industria es otra. Ha sido un año muy difícil y lleno de imprevistos”, sostuvo.
Respecto a la expectativas del año que viene, Domenech aseguró que “el consumo se va a mantener, el hábito y las condiciones para satisfacerlo están. Lo que sí vemos es que para el año que viene no podemos hacer una proyección y un reemplazo de producción para volver a tener un crecimiento del 2% o 3%. Sería muy importante poder mantener los niveles de 2019, que no caigamos más en exportación y acompañar el consumo interno con el crecimiento de la población”.
Producción de huevos
Para los productores de huevos de gallina, el 2020 fue un año signado por la caída en la rentabilidad, no solo por la suba de los costos, sino también por la imposibilidad de modificar los precios al consumidor adecuados a las necesidades de la industria. Como también sucedió con el pollo, la producción y el consumo aumentaron, pero las exportaciones cayeron, y la falta de políticas para el sector pone en alerta al sector.
“Este año para el sector fue complicado y difícil. Arrancamos el primer trimestre con precios bajos, pero con costos también bajos, lo que permitió tener en algunos puntos del país alguna rentabilidad. En el segundo trimestre hubo buena rentabilidad, pero quienes estaban con precios oficiales en los canales formales, no podían tocar los precios. Esa parte de los productores quedaron muy descolocados. En el tercer trimestre se agudizó el problema y en el cuarto quedamos todos detonados”, señaló a Infobae el presidente de la Cámara Argentina de Productores Avícolas (CAPIA), Javier Prida.