Tras el boom que significó el 2020 para las exportaciones porcinas, con un total de 42.000 toneladas, lo que representó un salto del 66,2% respecto de 2019, desde el sector aseguran que, si las circunstancias productivas acompañan, este año ese número podría llegar a ser superado. Sin embargo, exigen cambios en el régimen impositivo que incentiven la inversión.
“Vamos a seguir exportando más de lo que importamos. Ese superávit es una tendencia que se va a mantener”, indicó a LA NACION el consultor Juan Luis Uccelli. Y remarcó que, si estuvieran dadas todas las condiciones, en 2021 se podrían alcanzar las 70.000 toneladas: “Si se sumaran más establecimientos habilitados para exportar a China (el mayor comprador del país), tranquilamente podríamos llegar a ese volumen”.
“El cuello de botella está dado por la capacidad industrial. Estamos condicionados en el crecimiento y tenemos límites en las plantas de faena y desposte, fundamentalmente de frío, que están habilitadas para el principal mercado que es el chino”, agregó.
En ese sentido, para Uccelli, si en 2021 se llegase a producir más, ese número de exportaciones tampoco representaría un porcentaje alto para la cantidad de cerdos que se producen en el país.
“El año pasado estuvimos en 790.000 toneladas de producción. Teniendo en cuenta que este año vamos a crecer entre un 6 y 7%, tranquilamente podrían generarse más exportaciones, por un precio interesante, con ingreso de divisas y sin desabastecer al mercado local”, precisó.
IVA: la piedra en el zapato
Por su parte, el presidente dela Asociación Argentina Productores de Porcinos (APP), Adolfo Franke, señaló que el crecimiento en la producción no está vinculado necesariamente a una mayor inversión, sino a la existencia de más animales en el mismo criadero y a un mayor peso de faena.
“La realidad es que el sector crece en producción porque cada vez los criaderos son más eficientes. La renovación genética permite que haya más lechones por madre y, en consecuencia, que la ganancia diaria de peso sea mayor y se produzcan más kilos de carne, pero en las mismas instalaciones”, comentó.
Para Franke, la principal “piedra en el zapato” para la creación de nuevos criaderos es el Impuesto al Valor Agregado (IVA). “En el año 2017 se bajó el IVA del 21 al 10,5%. Eso nos generó no solo un costo impositivo más para la producción, sino que cuando se invierte estamos imposibilitados de recuperar el IVA, por lo que nos termina costando un 19% más”.
En el sector explican que, según la variación del maíz y la soja en la participación del costo total, la alícuota de IVA puede variar del 11.9% al 12.9%, pero siendo superior al 10.5% de la venta. En momentos buenos, las diferencias se compensan y dan saldos positivos, aunque menores. Sin embargo, en momentos ajustados o a pérdida, los saldos pasan a ser negativos, lo que genera cifras irrecuperables para los productores.
“Hay empresas que tienen una cantidad importante de IVA a su favor, pero para recuperarlo el Estado te exige que durante los próximos cinco años tengas pagado una determinada cantidad de IVA, si no te penaliza. Es un desincentivo para la inversión muy fuerte del cual están todos al tanto, pero que nadie soluciona”, concluyó Franke.