Con el efecto pandemia, la rentabilidad del pollo está al horno con papas en la Argentina. El sector avícola se había preparado para incrementar las exportaciones y la caída del comercio mundial por el coronavirus trabó ese crecimiento y lo obligó a volcar más patas y pechugas a las góndolas locales.
En el país, el consumo de pollo está en los 50 kilos anuales por habitante, una cifra récord. El año pasado oscilaba entre los 46 y 48 kilos por persona. El problema es que esos tres kilos adicionales saturaron el mercado interno y deprimieron los precios. “Incluso estamos vendiendo a un valor inferior al que nos autoriza la Secretaría de Comercio”, le aseguró a Clarín Rural Roberto Domenech, presidente del Centro de Empresas Procesadoras Avícolas (Cepa).
La cadena avícola cerró el 2019 con una producción de 2.400.000 toneladas y habían planificado -en la Mesa de Carnes- un crecimiento de entre un 2,5% y un 3% en el 2020. La idea era destinar este aumento al mercado global: el año pasado se habían exportado 275.000 toneladas y el objetivo era embarcar 300.000 toneladas este año.
“Los últimos tres meses del 2019 habíamos exportado a un ritmo de 25.000 toneladas mensuales y pensamos que lo íbamos a poder sostener en el 2020”, recordó Domenech.
El impacto de la pandemia en el comercio global arrasó con esa proyección y terminaron exportando entre 20.000 y 17.000 toneladas mensuales. Por eso ahora estiman que las exportaciones del 2020 van a rondar las 245.000 toneladas. Son 30.000 toneladas menos que el año pasado y se están volcando al mercado interno.
A esta coyuntura compleja se sumó la devaluación de Brasil, el principal exportador mundial con 4,5 millones de toneladas anuales, que mejoró la competitividad del precio de sus pechugas y muslos. “Con el real devaluado, el pollo de Brasil nos desplazó a nosotros y a muchos otros”, reconoció el presidente de Cepa.
Frente al combo precios deprimidos y mercado interno “sobrestockeado”, la reacción de las granjas avícolas fue achicar la máquina de hacer pollos. Hay una caída del 5% en el ingreso de gallinas a los planteles avícolas, unas 700.000 reproductoras menos por mes, estima Domenech.
Si la tendencia continúa es una caída de unos 90 millones de pollos para fin de año (en el país se faenan unos 870 millones de pollos por año).
“El resultado sobre todo se va a expresar en el 2021, un año en el que no sólo va a ser difícil crecer en el ritmo que teníamos proyectado, sino que es probable que se reduzca la producción de carne de pollo”, adelantó Domenech.
Otro punto que complica a las granjas es el fuerte aumento en la cotización de la soja y el maíz que representa el 90% del alimento balanceado y el 70% del costo de producción de un pollo.
Para desarmar el combo, lo que se necesita es superar la pandemia y que se recupere la economía y el comercio mundial para que el pollo argentino crezca en el mercado externo.
Con el consumo en 50 kilos por persona, las góndolas locales están saturadas y en un contexto en el que viene cayendo el poder adquisitivo. “Los bolsillos de los consumidores están flaquísimos, es un año muy difícil”, concluyó el presidente de Cepa.