Fonte CEPEA

Carregando cotações...

Ver cotações

Argentina

El eterno recalcular de la hoja de ruta de la agroindustria

La ley que impulsa el Consejo Agroindustrial para fomentar las exportaciones sigue cajoneada. Mientras tanto, aparecen nuevos proyectos contra el campo, como la modificación del Consejo Directivo del Inta.

El eterno recalcular de la hoja de ruta de la agroindustria

En los últimos días de cada mes, el Indec difunde el informe que resume los valores de exportaciones e importaciones argentinas. Y una tendencia se viene repitiendo en los titulares: hace referencia a que los envíos al exterior generan el mayor ingreso de dólares desde 2013.

Pero ese dato oficia de árbol soñado que esconde un bosque con un paisaje de cifras más real: sobre todo desde usinas de opinión del oficialismo, buscan anotarle ese poroto al actual Gobierno, soslayando que el factor clave para este logro es que los precios internacionales de los granos están, también, en uno de sus mejores niveles de la última década. Traducido: no hay mérito alguno en una gestión que, al contrario, impone más trabas para exportar que facilidades.

Ese poroto hay que anotárselo a la soja, que junto a sus derivados representan un tercio de los dólares que ingresan al país. Si se suman el trigo y el maíz, son casi la mitad. Si se adicionan otros productos agroindustriales, casi siete de cada 10 dólares son generados por los productos primarios y las manufacturas de origen agropecuario.

Pero como la metáfora del árbol y el bosque, también estos datos dan lugar para dejar de mirar el vaso medio vacío y enfocar la mira en la otra mitad, que puede ser el pasaporte para que el vaso quede completamente lleno, rebase y derrame desarrollo, inversión y empleo.

Aunque ha sido analizado y expresado hasta el hartazgo, las excelentes cifras que muestran las exportaciones vinculadas al agro son una muestra clara de la oportunidad que tiene el país de apoyarse en su “oro verde” para generar los billetes de ese color que el Banco Central no puede emitir.

Sin embargo, desde despachos ejecutivos y legislativos se empecinan en pegarle un codazo al vaso y que el sector nunca pueda fluir.

Sin Retorno

El martes pasado, se realizó en Rosario la “Experiencia Idea Agroindustria”, en la que uno de los paneles se tituló “Una hoja de ruta para el sector agroindustrial”.

Entre los disertantes, estuvo Gustavo Idígoras, presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC) y referente del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), entidad que se creó el año pasado y que impulsa una ley que fomenta las inversiones y las exportaciones agroindustriales.

El CAA logró tener un diálogo que las entidades rurales nunca consiguieron, pero no pudo franquear la barrera de los políticos que prometen mucho y cumplen poco. El proyecto de ley, pese a que tendría el aval de todos los ministerios que inciden en el tema, sigue cajoneado.

Según Idígoras, el Gobierno está esperando la oportunidad “política” para anunciar esta iniciativa y ahora está la agenda copada por las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En otras palabras, la Casa Rosada pone su foco en conseguir más dólares de ese organismo y ni siquiera le hace un guiño a esta posibilidad de generar más dólares de manera genuina.

Idígoras aseguró que “al Estado se le gana por cansancio y no por convencimiento”, y que esperan que después de las elecciones, cuando el debate se enfoque en la necesidad de generar empleo privado, el proyecto tenga una buena oportunidad para ser presentado y aprobado.

La pregunta es si no surgirá otra prioridad que postergue por enésima vez el debate. Las señales que ven los productores y los dirigentes no son de una hoja de ruta liberada, sino por el contrario más piquetes que hacen el camino intransitable: el último mojón fue el proyecto presentado por dos diputadas del Frente de Todos para modificar el Consejo Directivo del Inta y eliminar a los representantes de los productores.

La consecuencia es un eterno recalcular del GPS político, que debería marcar el rumbo del sector con mayores condiciones para competir en el mercado global. Y que el destino inevitable sea una colisión tras otra.